EFESIOS 3: PRISIONEROS EN CRISTO.

“1 Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles”

Pablo, preso en una casa en Roma – en “arresto domiciliario” diríamos hoy día – se considera preso por Jesucristo, por causa de predicar el Evangelio a nosotros, los gentiles. ¿Podemos decir como el Apóstol que estamos “presos” por la causa de Jesucristo? Muchas veces somos prisioneros de nuestras preocupaciones personales, estamos más ocupados en proteger nuestra salud, atender a las necesidades de hijos y cónyuges, que a la comisión que el Señor nos ha encargado. También podemos estar presos de un vicio, una mala costumbre o deudas contraídas; de una ideología política o de prejuicios religiosos.

Desde aquel glorioso día en que recibimos la Palabra del Evangelio, cuando abrimos la puerta a Jesucristo en nuestra vida y le aceptamos como Salvador y Señor, fuimos libertados de la esclavitud del diablo. Antes éramos presos de Satanás, estábamos dominados por el pecado y no éramos felices, ya que arrastrábamos una conciencia culpable. Llegó la libertad a nuestra vida, conocimos la Verdad y esta Verdad nos rescató de las tinieblas, del pecado y del mundo. ¿Por qué, entonces, dice San Pablo que es “prisionero de Cristo Jesús”?

La relación que debe haber entre un cristiano y su Señor es la de un súbdito. No es que Jesús esté a nuestro servicio, para atender a todas las necesidades por las que le pidamos en oración; no es que Él esté obligado a darnos protección; tampoco es que Él nos necesite para ser adorado y satisfacer alguna egolatría “divina”; sino que somos Sus discípulos quienes nos ponemos a su servicio, para atender a Sus demandas, quienes le tratamos como al Amo de nuestras vidas, y le adoramos porque Él se merece nuestra gratitud y adoración. Desde este punto de vista somos Sus esclavos, prisioneros de Cristo Jesús.

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