1 CORINTIOS 10: CRISTO, EL ESTRATEGA.


“12 Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. / 13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”

Un soldado en el campo de batalla está derribando y venciendo a sus enemigos. Cree que ya tiene la victoria y se relaja, no actúa a la defensiva y expone su cuerpo a cualquier bala o ataque del adversario. Así, en su presunción, es sorprendido por el enemigo, es herido, apresado o muerto. Es, en el terreno espiritual, a lo que nos exponemos cuando bajamos la guardia y dejamos de estar en una posición defensiva y ofensiva frente al enemigo de nuestras almas.

Es de poca humildad pensar que hemos logrado vencer completamente la tentación, o que hemos alcanzado cierto nivel espiritual, que ya tenemos gran parte de la victoria a nuestro favor y no requerimos tanto cuidado por nosotros mismos. Ciertamente Jesucristo ya conquistó para los cristianos la victoria en la cruz, mas ahora es preciso de nuestra parte vivir esa victoria cada día. ¿Y cómo lo haremos si nos descuidamos, si no estamos “firmes contra las asechanzas del diablo”?[1]

San Pablo en este texto nos recuerda “el que piensa estar firme, mire que no caiga” El cristianismo es una batalla diaria contra el pecado que nos asedia[2]; contra el mundo que utiliza todo tipo de artimañas para hacernos caer en tentación y contra el diablo y sus huestes, que operan tras las mentes y el sistema de los hombres. Para no caer hay que estar despierto, con los ojos del espíritu muy abiertos a objeto de discernir las trampas y armas que el reino de las tinieblas opera contra los hijos de Dios. No se trata de vivir atemorizado sino de resguardarse con todas las herramientas que el Señor Jesucristo nos ha dejado: la oración permanente, el ayuno regular, la lectura constante y sistemática de la Palabra de Dios, la adoración y alabanza, la participación en la Cena del Señor, la meditación en las cosas del Padre, la práctica de Sus enseñanzas en cuanto al amor y la comunicación de Su Verdad al prójimo. Si somos diligentes [3]en actuar así como la Biblia nos exhorta, Dios nos protegerá de toda tentación diabólica para la cual no estamos preparados y, aún más, nos dará una salida para que podamos soportar las dificultades.

Ser humildes, no teniendo un concepto inadecuado de nosotros mismos[4]; utilizar las estrategias de disciplina espiritual, tomar en serio el consejo de Dios en Su Palabra poniéndolo por obra, y procurar ser un comunicador del Evangelio, son las mejores armas para no caer.

[1] Efesios 6:11
[2] Hebreos 12:1
[3] 2 Timoteo 2:15
[4] Romanos 12:3

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