HECHOS 21: EL ESPIRITU SANTO NOS LLAMA A DAR LA VIDA.

El apóstol llega a la ciudad de Tolemaida, saluda a los discípulos y permanece con ellos un día. "8 Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea..." relata Lucas. Entra en casa de Felipe, ahora evangelista, y aloja allí. "9 Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban." El don de profecía, esa capacidad de hablar palabras inspiradas por el Espíritu Santo, para edificación de los oyentes, era frecuente en esa época.

Permanecieron en casa de Felipe algunos días, hasta que "10 ... descendió de Judea un profeta llamado Agabo" Éste pronunció una profecía e hizo una acción profética: "11 ... tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles."

Quienes escucharon y vieron esta profecía rogaron al Apóstol que no subiese a Jerusalén. "13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús."

¿Cómo reaccionaríamos nosotros si escucharamos una profecía similar, una aseveración de ese calibre? ¿Estaríamos dispuestos a continuar nuestro proyecto evangelizador o lo pensaríamos dos veces antes de seguir exponiéndonos? Tal vez, luego de escuchar a nuestros hermanos y familiares, llegaríamos a la conclusión de que debemos ser más prudentes y que, por causa de la obra, tenemos que cuidarnos.

En cambio Pablo, el siervo de Dios, dijo: "yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús." Él estaba dispuesto a no defenderse de la persecusión, dispuesto a ser apresado y atado por la causa de Cristo. Él estaba preparado psicológica y espiritualmente a dar su vida por el Señor. Como Jesús había sido torturado, crucificado y muerto en Jerusalén, Pablo no evitaría la muerte por el nombre del Salvador. Como discípulo de Jesucristo, este Apóstol nos dejó la vara muy alta. Si como gentiles somos sus seguidores, debemos pisar sus huellas.

Sus compañeros no pudieron persuadirle de lo contrario y finalmente dijeron: "14 ... Hágase la voluntad del Señor." San Pablo murió decapitado en Roma, después de haber predicado el mensaje de Jesucristo en todo el Imperio Romano, incluso en la casa del César. Como él, prisionero de Cristo, durante los veintiún siglos siguientes han sido numerosos los que han entregado sus vidas hasta la muerte por Jesucristo. ¿Estamos nosotros dispuestos también?

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